En 1960 la televisión se transformó en una herramienta fundamental para ganar elecciones. El joven senador John Kennedy se enfrentaba en un debate televisado al vicepresidente Richard Nixon, que se presentó en el plató sin afeitar y convaleciente de una leve enfermedad. Los votantes que escucharon el debate por la radio daban por vencedor a Nixon, pero la mayoría del pueblo americano se había sentado frente al moderno televisor y JFK les conquistó el corazón.

En ese momento tanto los políticos como sus equipos de campaña se dieron cuenta de que para difundir, presentar y defender una idea, ya no servía solo con tenerla bien estructurada y escrita, sino que cobraba mucha importancia la puesta en escena. El canal de comunicación por el que se trasmitían esas ideas lo transformaba todo.

En busca del candidato con forma y fondo

Ese famoso debate cambió las reglas de la comunicación política ya que, a partir de ese momento, cobraron una importancia vital las estrategias de construcción y potenciación de liderazgos fuertes que trasmitieran eficazmente ideas con fondo y forma: con convicción, pasión, credibilidad, empatía y afinidad. Desde entonces la proyección pública de los candidatos se orienta a aprender a manejar todas las posibilidades que los medios de comunicación ofrecen a los candidatos para emocionar y convencer a los ciudadanos.

Hoy, en este mundo digitalizado del siglo XXI, los partidos políticos buscan comunicarse con los votantes a través de nuevos vocabularios, con mensajes más sencillos y con un claro enfoque emocional para que genere un resultado claro: confianza y credibilidad. Para ello, dedican todas sus energías a construir relatos que potencien el liderazgo de cada candidato a sabiendas de que ellos, como personas y políticos, son los responsables de que las propuestas y promesas electorales impacten y seduzcan a los ciudadanos. Las emociones residen en la memoria y a ella recurrimos para tomar decisiones como el voto. Y para ello, nadie mejor que un candidato con un liderazgo fuerte, seductor y cercano.

En esta larga campaña electoral hemos visto cómo los equipos de campaña se esfuerzan, más que nunca, colocar a los candidatos en el centro de la acción para seducir al votante-espectador y conquistar su voto simbolizando, en sí mismos, los lemas de cada partido; esas ideas reducidas a frases cortas, o incluso palabras que sean fáciles de recordar y que cuenten el máximo de cosas en el menor espacio posible. Son esos valores o sentimientos que todo el mundo entiende y con los que se pueden sentirse identificados: “cambio”, “estabilidad”, “seguridad”, “equilibrio”, “futuro”, “ilusión”, “contigo”, “España”.

Del debate en profundidad al entretenimiento

Esta campaña electoral no está protagonizada por un debate de ideas sino por un enfoque de entretenimiento a la hora de difundir los mensajes políticos. Los candidatos no buscan convencer con sus propuestas, sino caer bien al espectador-votante, y eso es mero espectáculo televisivo. En estas circunstancias el ciudadano corre el riesgo de quedarse sólo con lo superficial del debate político que es “la pelea” (lo emocional), y no llegar a la comparación de propuestas que es esencial para la decisión racional de a quién votar.

El perfil de liderazgo de los candidatos de 2016

Pero, ¿qué perfil de liderazgo proyectan los principales candidatos?

El debate del 13 de junio llegó en un momento muy tenso para España, y las encuestas calculan que hay 3 millones de personas – casi un 10% del electorado – que aún no tienen su voto decidido. El próximo domingo España debe decidir su futuro y los votantes buscan candidatos que lideren sus partidos con ideas sólidas y que les emocionen.

¿Qué papel crees que tuvieron las ideas durante esta segunda campaña electoral? ¿Qué factores crees que determinan la decisión de los votantes?

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